domingo, 28 de septiembre de 2008

CARTA PASTORAL DEL CLAI EN SUS 30 AÑOS

En los 30 años del Consejo Latinoamericano de Iglesias: 1978 - 2008
A las Iglesias de América Latina y el Caribe
Carta Pastoral

Cuando los apóstoles regresaron,
contaron a Jesús lo que habían hecho.
Él, tomándolos aparte,
los llevó a un pueblo llamado Betsaida.
Pero cuando la gente lo supo, lo siguieron;
y Jesús los recibió, les habló del reino de Dios
y sanó a los enfermos.
Cuando ya comenzaba a hacerse tarde,
se acercaron a Jesús los doce discípulos y le dijeron:
“despide a la gente, para que vayan a descansar
y a buscar comida por las aldeas y los campos cercanos,
porque en este lugar no hay nada”.
Jesús les dijo:
“Dénle ustedes de comer.”
Ev. según San Lucas 9, 10-13

Queridas hermanas, queridos hermanos:
Han pasado 3 décadas desde la creación del Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI) en Oaxtepec, México en el año 1978. Desde entonces y hasta ahora hemos sido ricamente bendecidos en un caminar marcado por una permanente búsqueda de identidad eclesial, ecuménica y profética en la común misión que Dios nos ha encomendado de ser sus testigos en “Judea, Samaria y hasta los confines de la tierra”.
Por lo dicho, nos dirigimos a ustedes en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, en el vínculo de la
paz, quien nos ha sostenido por medio de su Espíritu Santo a lo largo de todos estos años. Hoy,
como ayer, queremos saludarles en la esperanza por nuevos cielos y nueva tierra donde la justicia inspirada en el amor pueda montar su carpa en medio de nuestros clamores, sueños y también, por qué no, frustraciones.
A lo largo de estos días de reunión en la ciudad de Quito, Ecuador, hemos estado trabajando en
todos aquellos aspectos que tienen que ver con la misión que ustedes nos han confiado. En este
sentido, tratamos de ser fieles a vuestro mandato en el servicio a nuestros pueblos en esa caminata que nos conduce al Reino y cuyas señales, aun en medio de dolores de parto, vienen y conviven a y entre nosotros.
Los últimos temporales tales como los huracanes y ciclones, han golpeado duramente y como nunca antes a comunidades enteras en el norte y centro del Caribe de nuestra América Latina. Estas tormentas dejaron sin hogar a muchas familias, destruyendo igualmente todo tipo de infraestructura tanto energética como así también de comunicaciones y servicios, lo que demandará mucho tiempo y exigirá recursos de todo tipo para su recuperación plena. Aquí no hubo distinciones entre cristianos y no cristianos. Todos –sin excepción- han sido víctimas de una catástrofe ambiental y a la que hemos se nos desafía en el sentido de acompañar sus efectos en las personas para dar señales de que la solidaridad sigue activa como signo visible de una vida evangélica y comprometida con nuestra gente y, de modo particular, con los más pobres.
Pero también estamos siendo testigos de procesos constitucionales que buscan dar nuevos
contenidos a la vida democrática en varias regiones de nuestro continente: los sucesos ocurridos en Bolivia a lo largo de las últimas semanas y las tensiones que encierran los debates relativos al
referéndum constitucional que estará teniendo lugar en el Ecuador el domingo 28 de setiembre, nos indican la búsqueda de profundos cambios en medio de fuertes intentos por preservar un orden político, económico y social obsoletos.
Por otro lado y como parte de este mismo escenario, vemos con una gran expectativa la esperanza que se ha instalado en el Paraguay con la elección de quien fuera un Obispo comprometido con una pastoral encarnada en la realidad de los más pobres de su pueblo, Fernando Lugo, tras 61 años de gobierno del Partido Colorado. Somos testigos de nuevos y posibles comienzos en este querido país latinoamericano.
Desde esas nuevas realidades y, si bien no exenta de conflictos y dificultades, Dios nos llama a
acompañar a nuestras iglesias en el debate sobre el tipo de Estado y sociedad que nuestros pueblos reclaman. Una vez más somos convocados a ser testigos de su justicia y fidelidad en medio de las búsquedas y clamores que los fenómenos, cada vez menos “naturales” dejan tras su paso en nuestras tierras. Asimismo y con la misma seriedad, somos preguntados también por la búsqueda de un nuevo orden social y político que restaure la salud y la plenitud.
Queridos hermanos, queridas hermanas. Creemos que ha pasado el tiempo del descrédito de la
posibilidad de cambio en nuestros países. Los sucesos que marcan nuestra vida cotidiana y el nuevo escenario que se está instalando, nos llaman al acompañamiento de todos estos esfuerzos desde una actitud comprometida con el futuro. Estamos convencidos, como personas de fe, que de la calidad de nuestro compromiso con el presente, dependerá el sentido y dirección que tendrán nuestras iglesias y sociedades en el futuro.
El texto del evangelio que indicamos arriba, nos acompañó a lo largo del devocional de nuestro
primer día de sesiones y nos hizo ver de un modo renovado nuestra realidad, de la que no podemos sustraernos. Mucho menos dejarnos atraer por soluciones mágicas que nada tienen que ver con las palabras de Jesús. En medio del cansancio y la necesidad, como sus discípulos y discípulas somos llamados a tomar en serio la demanda que ellos ponen en nuestras manos: “Denle ustedes de comer”, dice el Señor. El evangelio sólo es posible cuando se lo vive en solidaridad y en compromiso: restaurando la salud, saciando el hambre, promoviendo la justicia.
Como Junta Directiva del CLAI, nos hemos dejado iluminar por esa Palabra también en las sesiones administrativas. Especialmente cuando consideramos la nueva conformación en las secretarías regionales y de los programas; cuando reflexionamos profundamente, sobre la nueva realidad que se ha instalado en el continente tras la crisis del neoliberalismo global y durante el proceso de elecciones del nuevo personal del CLAI para cubrir las vacancias existentes en las diversas regiones.
Finalmente, permítannos despedimos en la comunión del Espíritu. Hemos sentido la fuerza de
vuestras oraciones y hemos sido testigos de todo vuestro comprometido esfuerzo a lo largo de todos estos años y, muy en especial en lo que va del presente. Nuestra vocación ha sido siempre y continuará siendo una vocación comprometida con el Reino de Dios. En ese camino, queremos
reiterarles nuestra gratitud por vuestra compañía en la profundización del rostro eclesial de nuestro Consejo y, con ello, el de un testimonio ecuménico, profético y profundamente pastoral en medio de nuestras comunidades y sociedades.
Que el Dios de paz, que resucitó al Señor Jesucristo de entre los muertos, los guarde y conserve con su gracia ahora y siempre.
Obispo Julio Murray
Presidente de la Junta Directiva del Consejo
Latinoamericano de Iglesias
Quito, Ecuador, 24 de setiembre de 2008

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